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Psicología clinica - Infantil y juvenil

En torno a los 2 años y medio el niño suele tener adquirido la continencia urinaria. Sin embargo, a algunos niños les cuesta llegar a ese control especialmente por la noche. Si en torno a los 4 o 5 años no se ha conseguido plenamente se denomina Enuresis. La enuresis es la emisión involuntaria de la orina y puede darse durante el día, la noche o ambos.
Antes de comenzar ningún tipo de tratamiento es conveniente la valoración médica que descarte alguna causa física que esté impidiendo el control. Los tratamientos actuales para la enuresis se podrían agrupar en dos categorías: farmacológicos y conductuales. El tratamiento conductual tiene como objetivo fundamental corregir el aprendizaje implicado en este proceso y debe ser realizado por psicólogos infantiles que determinaren el método de control más eficaz a seguir, según el caso. Entre estos métodos podemos hablar, a) Entrenamiento en retención voluntaria o b) Entrenamiento en cama seca.
La encopresis es la dificultad que tienen algunos niños para controlar de forma voluntaria la evacuación intestinal. Al igual que en la enuresis, se pueden diferenciar dos subgrupos:
Encopresis primaria: cuando el niño nunca ha adquirido el control voluntario de los mecanismos de evacuación intestinal.
Encopresis secundaria: el problema se desarrolla posteriormente y una vez que ya se había adquirido el control voluntario.
Trastorno del desarrollo que afecta principalmente al área social y emocional, aunque sus manifestaciones pueden ser muy diversas. Habitualmente se acompaña con dificultades en el área del lenguaje y alteraciones en la conducta, en el juego y en los intereses del niño, que suelen ser reducidos y repetitivos.
El comportamiento de un niño con autismo se caracteriza, entre otras cosas, por su inflexibilidad, es decir, no acepta bien los cambios o las modificaciones en su rutina. Por otro lado, también suelen presentar ciertos rasgos obsesivos, en relación con alguna conducta determinada o con algún objeto concreto. Todo ello, sumado a sus dificultades importantes para la comunicación hace que la integración social del niño o del adulto sea muy difícil.
En la V revisión del DSM (manual de psiquiatría), el Síndrome de Asperger se ha englobado dentro de los Trastornos del Espectro del Autismo aunque ha día de hoy se sigue utilizando la denominación Síndrome de Asperge. Se caracteriza por una dificultad grave y permanente para interactuar socialmente con los demás, así como por alteraciones en el comportamiento, en los intereses y en las actividades realizadas, que son reducidas y repetitivas. Las dificultades en el síndrome de Asperger son más sutiles y pueden pasar más desapercibidas que en el resto del trastorno, ya que no suelen acompañarse de retrasos en la adquisición del lenguaje ni en el desarrollo cognitivo antes de los 3 años de edad, pero afectan igualmente a la vida social y laboral de la persona.
La alimentación forma parte de uno de los aspectos más importantes en la crianza y el desarrollo del bebé y por tanto, suele preocupar bastante a los padres. Cumple una función biológica (las necesidades alimenticias dependen del momento evolutivo, del sexo, la raza, el clima, etc.) pero también, una función social y depende de factores culturales (costumbres, creencias, etc.).
La alimentación es una conducta compleja que está influenciada por los modelos de los adultos y de otros niños de la casa, las normas propias de cada familia, etc.
El momento de la comida suele ser normalmente, tanto para padres como para niños, un momento positivo. Sin embargo, cuando no es así, genera gran preocupación y la ansiedad asociada a ello, va aumentando progresivamente, llegando incluso a que tanto los padres como los hijos anticipen el momento de la cena o la comida y se produzcan comportamientos negativos (chillidos, negativas a comer, enfados, etc.) durante la misma.
Los problemas del comportamiento alimentario son denominados menores, porque suelen ser cotidianos y no llegan a presentar complicaciones que pongan en peligro la salud del niño. Pero sí afectan al equilibrio familiar y a la adaptación escolar del niño, y por ello, es precisa la intervención psicológica.
Entre los problemas más habituales en la alimentación infantil hablaríamos de: la negación y rechazo de alimentos, los problemas con el tiempo y los vómitos.
Negación y rechazo de alimentos. Aunque es normal que a lo largo de la infancia, el niño manifieste sus preferencias, en ocasiones, algunos niños a pesar de tener edad de comer de todo, se niegan a tomar algunos alimentos, o a comerlos si no están triturados, o no querer comer si no se dan determinadas condiciones (como jugar o ver la televisión). En ocasiones este rechazo afecta a una amplia gama de alimentos que no pueden ser eliminados de la dieta del niño (verduras, carnes, pescados). Muchos de estos rechazos selectivos son aprendidos mediante modelado o por experiencias negativas con dicho alimento (por ejemplo: clavarse espina). Uno de los rechazos más frecuentes es en el cambio a alimentos sólidos, que frecuentemente aparece en los primeros intentos de pasar a alimentos sin triturar.
Tiempo que tarda en comer. El tiempo que tarda un niño en comer depende, entre otras variables, del hambre que tenga, de lo apetitosa que resulte la comida, de su habilidad para manejar los cubiertos, de la cantidad, etc. Las dos pautas extremas, comer demasiado lento o comer demasiado rápido, puede convertirse en problemáticas para los padres y para los niños cuando comen en casa, o para profesores o cuidadores cuando lo hace en el comedor escolar.
Vómitos. El vómito tiende a asociarse a enfermedad, por lo que suele alarmar a los padres y cuidadores. Sin embargo, aún estando el niño sano, el vómito puede aparecer dentro de los problemas de alimentación. Por ejemplo, cuando come demasiado deprisa, cuando rechaza un alimento y se le intenta obligar, cuando come muy lento, etc. O también, simplemente como rechazo a asistir por ejemplo, al colegio.
Los trastornos del sueño y las dificultades para dormirse suponen un problema frecuente en la infancia. La mayor parte de las dificultades para dormir en niños menores de 5 años pueden deberse a hábitos incorrectos (Insomnio infantil). Estas dificultades suelen manifestarse de dos formas diferentes: al acostarse mediante la resistencia del niño a irse a la cama, o durante la noche, en la que el niño se despierta frecuentemente y le cuesta volver a quedarse dormido de forma espontánea y sin ayuda de los padres.
Otro de los problemas son las Pesadillas, que consisten en episodios de ensoñación que producen miedos intensos al niño y que provocan su despertar. Estos sueños no suelen corresponderse con situaciones reales y al despertarse el niño es capaz de relatarlo describiendo qué le ha producido miedo.
A diferencia de las pesadillas nos encontramos con los Terrores nocturnos, son episodios de despertar brusco que suelen suceder en el primer tercio de la noche durante las fases de ondas lentas (NREM). El niño pasa de forma brusca de estar profundamente dormido a incorporarse en la cama, muy agitado (gritos, sudor, taquicardia, etc.). A pesar de llegar a tener los ojos abiertos, no están despiertos y no suelen acordarse del episodio.
Por último, podríamos hablar del Sonambulismo. La ocurrencia de episodios aislados de sonambulismo, es relativamente frecuente. Consiste en un conjunto de comportamientos que suceden también, en el primer tercio de la noche, como por ejemplo: sentarse en la cama, caminar, vestirse, peinarse, etc. Aunque aparentemente el niño parece estar despierto (puede evitar objetos a su paso), está realmente dormido y no responde a estímulos ambientales cuando los padres intentan despertarle.
Los niños con este trastorno (TDAH) se caracterizan por un patrón de comportamiento inatento (dispersión y dificultades para mantenerla durante tiempos prolongados) que en ocasiones puede venir acompañado de inquietud motora e impulsividad. Todas estas características interfieren en el funcionamiento de su vida diaria (afectan a su rendimiento escolar, a sus relaciones sociales y familiares) y en su desarrollo.
El trastorno puede presentarse de manera combinada (signos de inatención, hiperactividad e impulsividad), con predominio de falta de atención y con predominio de manifestación motora e impulsividad.
El niño muestra un estado de preocupación o temor excesivo que se caracteriza por determinados signos:
A nivel cognitivo tienen pensamientos e imágenes mentales relacionadas con la situación temida.
A nivel físico: se produce una alteración del ritmo cardiaco, sudoración, mareo…
Y a nivel conductual: el niño puede presentar conductas que le permitan evitar o alejarse de la situación que le genera ansiedad. Dentro de los trastornos de ansiedad en la infancia y adolescencia nos encontramos con el de ansiedad por separación: que es una reacción de ansiedad excesiva por parte del niño cuando se tiene que separar o de las personas a las que está vinculado o del hogar.
Es un conjunto de respuestas de ansiedad o temor desproporcionado, que aparecen ante la presencia o anticipación a estímulos fácilmente identificados (por ejemplo: animales, tormentas, alturas, recintos cerrados, aviones, oscuridad…). Ante estos estímulos el niño intenta evitar enfrentarse a ellos.
Hablaríamos de Fobia cuando ese temor: No sea propio de su rango de edad o momento evolutivo. Es desproporcionado en relación con la situación que lo crea. El niño no lo puede explicar o razonar. Se encuentra fuera del control voluntario. Se dan conductas de evitación.
El tratamiento ira enfocado a disminuir la respuesta de ansiedad, exponiéndole a los estímulos fóbicos. Para conseguirlo, se le entrena en recursos (para el control de sensaciones físicas y de control de pensamientos) que le ayuden a aproximarse al objeto fóbico y producir cambios internos en su percepción de control.
Es un trastorno de ansiedad caracterizado por Obsesiones y/o Compulsiones que no son propias de su momento de desarrollo evolutivo. Las Obsesiones son pensamientos o imágenes recurrentes, que le generan malestar y que el niño intenta suprimir o ignorar. Las Compulsiones son comportamientos (comprobaciones o rituales) que el niño se ve “obligado” a realizar para evitar que ocurra algún suceso negativo o situación temida (por ejemplo, lavarse las manos varias veces para evitar contagios, o encender varias veces las luces para que no ocurra nada malo en la escuela).
Tanto la presencia de Obsesiones como de Compulsiones causan malestar en el niño y le interfieren de manera significativa en su vida diaria (emplea mucho tiempo, son conductas no entendidas socialmente, afectan a sus relaciones familiares, sociales o a su rendimiento escolar). Por su parte, el niño es consciente de estas repercusiones y reconoce las obsesiones y las compulsiones, como exageradas o irracionales.
Los problemas de comportamiento infantil son un hecho cotidiano. El comportamiento normal en los niños depende de su edad, del desarrollo físico y emocional del niño y de las pautas educativas de los padres. Para poder determinar si existen problemas de conducta o no, es necesario tener en cuenta su desarrollo psicológico (lo que se puede esperar o no de él según su edad) y la frecuencia con la que esas conductas aparecen.
Estos problemas cotidianos se diferencian en severidad de otros trastornos de la conducta, como el Trastorno negativista desafiante. Se caracteriza por comportamientos persistentes de oposición activa a peticiones o reglas de los adultos, tendencia a molestar deliberadamente a otras personas, sentimientos de enfado, resentimiento o irritación con personas a las que culpan de sus errores y dificultades. Todo ello desencadena en rabietas y enfrentamientos que son intensos en frecuencia y duración.
El sentirse triste, apenado en alguna ocasión, es una de las condiciones de malestar psicológico más frecuente en los seres humanos y los niños no son ajenos a este sentimiento normal. Para diferenciarlo de una Depresión hay que tener en cuenta la frecuencia, la intensidad y la duración de esos sentimientos.
La depresión infantil hace referencia a un conjunto de síntomas relacionados que aparecen y desaparecen conjuntamente (tristeza, irritabilidad, pérdida de interés, fatiga, sentimientos de culpabilidad, enlentecimiento psicomotor, insomnio, falta de apetito, dificultades para concentrarse e incluso, ideas de suicidio). Para que la presencia de estos síntomas sea considerado como un trastorno se han de cumplir parámetros de duración, gravedad de los síntomas, repercusión en la vida del niño, y que previamente hayan sido descartadas como causa que lo provoque, enfermedades o duelos. Hay que tener en cuenta que los síntomas clave de la depresión, son la tristeza y la pérdida de interés por cosas que antes eran placenteras. Sin embargo, a veces la tristeza no es evidente y la expresión de los síntomas anteriores puede ser diferente según la edad del niño.
Los dos tipos principales de trastornos depresivos en niños y adolescentes, son el trastorno depresivo mayor y el trastorno distímico. En el primero los síntomas depresivos (o algunos de ellos) pueden durar semanas o meses. En el segundo caso, la depresión tiene síntomas menos intensos pero que pueden que pueden ser más prolongados en el tiempo e influyen negativamente en el día a día del niño.

La mediación es un proceso voluntario que pretende resolver los conflictos de una manera pacífica, positiva y duradera. La voluntariedad garantiza la implicación de las partes y el deseo de trabajar de manera colaborativa para alcanzar un acuerdo.

¿Cómo funciona la mediación?

Un proceso de mediación se divide en varias fases:

1. Entrevista telefónica o por mail: en la que se informa a la persona que hace la llamada sobre las características generales del Servicio.

2. Sesión informativa, que posibilita un primer contacto directo con las/los demandantes del Servicio. En ella se les explica detenidamente los objetivos de la mediación, la metodología utilizada, la duración del proceso, la función del mediador/ a, los compromisos requeridos, las limitaciones existentes, etc. y se obtiene información sobre sus intereses, expectativas y necesidades. De ella podrá derivar un compromiso de intervención.

3. Fase de premediación, en la que la mediadora o mediador corrobora si la problemática planteada es susceptible o no de ser abordada a través de la mediación.

4. Fase de mediación, cuyo fin último es la obtención de acuerdos entre las partes que favorezcan una convivencia más beneficiosa para todos ellos. El mediador/a, además de conducir el proceso, ayuda a las/los participantes a identificar y definir los puntos de acuerdo y desacuerdo, a exponer y escuchar los diferentes puntos de vista y a pactar nuevas vías de solución más positivas y eficaces, a través de distintas técnicas y estrategias.

5. Evaluación y seguimiento. Una vez finalizado el proceso, se invita a las partes a acudir a una o varias sesiones de seguimiento con el propósito de evaluar la eficacia de intervención, revisar posibles dudas o dificultades y reforzar el esfuerzo realizado.

¿Cuándo es necesaria la comediación?
Con carácter general, la comediación está indicada en los siguientes casos:
Cuando los conflictos necesiten distintos tipos de mediación ((familiar mercantil y laboral, etc.), donde se requiera de mediadores especializados
(salud mental, especialista seguros, legislación internacional) En casos donde hay más de cuatro participantes, para que el proceso de mediación sea más ágil y operativo.. Por razones culturales, a veces es necesario la presencia de un comediador que hable cierto idioma o que entienda las características culturales de cierta región.

¿Qué es la mediación familiar?
A la hora de enfrentarnos a un proceso de divorcio o separación podemos hacerlo por la vía judicial o por la vía de la mediación.
Si se trata de un divorcio o una separación sin acuerdo (contencioso) el juez decidirá por ti y su decisión marcará tu vida y la de tus hijos durante muchos años.
La mediación busca una solución amistosa, rápida y económica en la que los protagonistas sois los implicados en el proceso y donde los acuerdos los negociais los que más conocéis la realidad de vuestra situación: vosotros

¿En qué casos puede servir la mediación familiar?
1. Problemas en la convivencia
2. Ruptura de pareja
2.1 Cuando la pareja tiene hijos en común
3. Dificultades en la comunicación y relación entre padres e hijos
4. Conflictos familiares